Urban Monkey's Parkour

 

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Encrucijadas y preguntas: sobre el camino de la fuerza
por Alessandro Pennella

La importancia de hacerse preguntas forma parte del camino de cada traceur, estas preguntas representan uno de los modos a través del cual nuestro cuerpo y nuestra mente nos manda señales y buscan hacernos entender que estamos listos para dar un paso adelante o también que debemos estar atentos a no perder el equilibrio y que es mejor cambiar nuestra dirección. Entre los cientos de preguntas que cotidianamente cada practicante debería hacerse he elegido hablar sobre aquella que considero uno de los puntos cardinales de la disciplina, una pregunta que no siempre aparece de modo espontáneo en nuestra conciencia y que a menudo permanece latente.

Muchos de nosotros en el comienzo de la experiencia como practicantes [en el parkour] tomamos este camino sin saber bien qué esperar ni mucho menos qué dirección elegir, pero nos dejamos mover por la curiosidad de algo completamente nuevo que irrumpe en nuestra rutina diaria en un modo casi irrespetuoso. Al inicio, es el parkour lo que nos saca y nos guía y no podemos hacer otra cosa que secundar a este loco guía.

En esta primera fase aprendemos a conocer nuestro cuerpo y su potencialidad, empezamos a ver las mejoras en nuestro modo de gestionar los movimientos que hemos aprendido y que antes creíamos imposibles. Aparece, en definitiva, una conciencia siempre mayor de aquello que se hace. Pero a medida que desaparece aquella sensación de aturdimiento, que nos fascinaba al principio y nos intoxicaba como si fuera una substancia de la que no podíamos prescindir, es aquí que, en un cierto sentido, podríamos decir que aparece en nosotros una especie de adicción al parkour.

En realidad, adicción no es el término más correcto. Podríamos decir que ocurre un proceso natural, como cuando de pequeños aprendemos a caminar; al principio debemos esforzarnos para entender que pie tenemos que poner delante y que pie detrás, pero a medida que vamos adelante no pensamos más en la secuencia de pasos y nos limitamos a caminar como si lo hubiéramos hecho siempre. Del mismo modo, si inicialmente observábamos el mundo de un modo diferente al único modo al que estábamos acostumbrados era una placentera novedad, ahora esto se convierte en normalidad, hábito y como consecuencia se funde con nuestro punto de vista.

Llegados a este punto comenzamos a darnos cuenta de que nuestro guía está ya cansado, no tiene la fuerza necesaria para hacernos continuar, ha terminado con su deber, nos ha enseñado a desatarnos de algunos conceptos de la forma en la que vivir los espacios que nos rodean y nos ha permitido que nos conociéramos mejor a nosotros mismos.

Ahora el testigo pasa a nosotros, cambian nuestras exigencias y como consecuencia el tipo de preguntas que nos planteamos. Al principio de nuestra historia como practicantes, de hecho, las preguntas que habitualmente aparecen son: “¿Cómo se hace este movimiento?” - “¿cómo hago para aprender el gato?” etc. Pero cuando el parkour nos abandona y nos convertimos en nuestros propios guías estamos obligados inevitablemente a hacernos preguntas diferentes: “¿Cómo hago para entrenar de modo que pueda seguir mejorando?” - “¿Cómo hago para saltar más?” - “¿Cómo hago para gestionar un recorrido?” - “¿Cómo explico a la gente aquello que hago?” etc.

Hay que decir que la velocidad con la que cada uno de nosotros cambia el modo de hacerse preguntas es absolutamente subjetiva; son muchos los practicantes que permanecen atados a un modo pueril de ver la disciplina, por lo tanto no digo que todos nos hagamos las mismas preguntas, no todos consiguen o quieren superar ciertos peldaños y sucede también que muchos abandonan la actividad deportiva a la vez que con el retiro de la propia guía.

Una vez que hemos aprendido a guiarnos a nosotros mismos las cosas se vuelven todavía más difíciles. Las mejoras son mucho más lentas respecto al inicio, vivimos muchos periodos de estancamiento donde por mucho que nos esforcemos no somos capaces de mejorar lo más mínimo. Estos momentos, a menudo, son señales que nos indican que debemos cambiar algo de nuestra aproximación a la práctica y, a menudo, basta tomar las mínimas precauciones para retomar los propios progresos de modo productivo y eficiente. A veces es suficiente hacerse la pregunta justa para conseguir seguir adelante. Precisamente en uno de estos momentos de vacío he tenido la suerte de hacerme la pregunta que ha cambiado mi modo de afrontar la práctica del parkour.

“¿Quiero ser bueno*?o ¿quiero ser fuerte?

Ser bueno implica una frenética búsqueda del rendimiento, aprender movimientos siempre más complejos para conseguir comprender hasta dónde se puede empujar. El camino que lleva a ser bueno está lleno de trampas, el ser bueno implica variables que, a menudo, surgen y terminan con la desviación profunda de los principios en sí que están en la base de la disciplina. Razonar en términos de “bueno” consiste en situarse en comparación con alguien, ya que en mi opinión la comparación con uno mismo usando el “parámetro bueno” es un parangón que no se puede mantener: o se es siempre mejor que uno mismo o, en cambio, no se puede serlo nunca (os dejo a vosotros entender este concepto).

El camino que lleva a la búsqueda de lo bueno está guiado por el Ego. Quien quiere ser siempre mejor se involucra en una búsqueda de una universalidad que no existe. Lo bueno es un parámetro absolutamente subjetivo que viene objetivado por medio de la comparación/enfrentamiento/parangón con otros practicantes. Es el propio Ego quien dicta los parámetros y los términos del parangón del propio ser bueno o mejores que otro. El Ego para alimentarse necesita no sólo del ser bueno, sino de ser mejor que otro, y donde sea imposible llegar a una comparación utiliza parámetros propios para poder salir, en cualquier caso, victorioso. No quiero dar ejemplos, pero cualquiera que participe en eventos o se entrena con otras personas sabe bien a qué me refiero. Es nuestro ser social el que nos hace callar y, a menudo, nos lleva a esconder a los demás algunas de las verdades que dentro de nosotros conocemos bien, me refiero a hacer comparaciones, parangones, al mirar los defectos de nuestros compañeros y compararlos con nuestras virtudes; todas estas prácticas que cualquier traceur hace o ha hecho al menos una vez durante la propia vida pero que con dificultad admitirá públicamente, o peor todavía, que no admitirá ni tan siquiera a sí mismo.

¿En qué se diferencia entonces el querer ser fuerte del querer ser bueno?

De tomar conciencia de estos mecanismos egoístas y del hacer grande un trabajo sobre uno mismo para poder hacer salir el propio yo que demasiado frecuentemente viene derrotado por las razones del Ego. Si el camino de lo bueno está lleno de trampas, aquel que lleva a ser fuerte todavía más. No se trata simplemente de aceptar los propios límites, y no hablo de aquellos físicos, sino, sobre todo de aquellos mentales y conductuales. El camino de la Fuerza atraviesa un duro enfrentamiento con los propios demonios, que son aceptados, comprendidos y derrotados. Sólo la humildad de reconocer los propios límites nos da la fuerza para poderlos rediseñar.

Ser bueno es una lucha contra el tiempo, el registrado y el histórico, que ve las nuevas generaciones crecer en modo exponencial respecto de las anteriores. Ser Fuertes no tiene tiempo, no hay un tiempo dentro del cual se tenga que conseguir, porque se trata de una meta a la que no se llega nunca. Lo difícil está en no tener referencias, en no ver el mismo horizonte que quien toma el camino del ser bueno ansía lograr, lo bonito es conseguir caminar  percatándose de detalles y particulares que quien ansía por correr no podrá nunca disfrutar.

Quizás existe una pregunta conveniente al concepto que está detrás del Camino de la Fuerza:

…¿Cuál es el límite de una meta inalcanzable?

* Se incluye bueno en cursiva para hacer una distinción. En la versión original se habla de essere bravo. En italiano existe una connotación en el término que permite comprender claramente que se trata de un ser bueno en el sentido de habilidoso, de ser mejor que los demás. Dicho de otra manera existe una relación entre essere bravo y la bravura –tal como aclara el propio autor–. No se está hablando aquí del concepto absoluto de lo bueno. [Nota del traductor]

Artículo escrito y cedido a umparkour.com por Alessandro Pennella.
Traducción al castellano por Carlos Javier Ferrero para http://www.umparkour.com/

Puedes leer el artículo original en italiano aquí: Bivi e Domande - Sulla strada della Forza